Oro, plata, sombra… ¡y danza!
“Lo bueno necesita aportar pruebas, lo verdadero se detiene en la inteligencia, mientras que lo bello, como el arte, no tiene necesidad de demostrarse, con mostrarse tan sólo, penetra hasta el último reducto del corazón y de la cabeza”
Antonio Gala
Álvaro Madrid camina derecho, con paso elegante y mentón bien erguido. Cuando habla lo hace clavándote sus ojos brujos, buscando el asentimiento como todo aquel que se siente sabedor de que posee la razón. Controla las distancias largas y también las cortas. Profesional impecable ante la cámara, cálido y amable cuando se apagan, este bailarín sanluqueño de danza española y flamenco, afincado en Madrid, puede presumir en el epílogo de su veintena de haber protagonizado un sinfín de vueltas quebradas, golpes de tacón y desplantes por escenarios de todo el mundo.
Es el lenguaje de la danza el que le inspiró con tan sólo 10 años a empezar a crear su propio idioma destacando sobre cualquier tabla que pisaba. No hizo falta mucho tiempo para que los primeros profesionales que lo guiaron admiraran sus habilidades, y, a los 20 años, esos mismos que en acordes tangueros no son nada, la Cibeles y Neptuno le dieron la bienvenida.
La vida entonces, como dice Serrat, le besó la boca, y por eso recuerda agradecido aquel pasaje que lo catapultó al estadio profesional.
“Mi paso por el Taller del Ballet Nacional de España es posiblemente una de las mejores etapas de mi vida. Aprendiendo de grandes personalidades de la danza como José Antonio, Aurora Bosch, Maribel Gallardo, Fernando Romero… ese momento supuso el mayor salto de nivel de mi carrera dancística. Rodeado además de grandes amigos, compañeros, sin duda era contemplar en primera persona como los sueños se hacen realidad”
Su precocidad y sus intereses por mejorar lo llevaron casi en volandas al madrileño Conservatorio Superior de Danza “María de Ávila”, un centro que puso a disposición del artista todas las herramientas para potenciar sus aptitudes.
“Mi paso por el conservatorio supuso el mayor desarrollo intelectual que he tenido nunca. La riqueza conceptual, procedimental y actitudinal que adquirí fue gracias a excelentes y profesionales profesores como Ricardo Sanz y Tur, gran maestro y ahora también gran amigo, y otros tantos”
El genio andaluz, auténtico, trepidante, fuerte, dinámico y con sentimiento del bailarín se ha desplegado en diversas iniciativas empresariales de gran prestigio, como la Compañía Antonio Márquez, la Compañía Ballet Teatro Aguilar, Entredos Ballet Español y la Compañía Antonio Gades, es esta última la que puede llevar a gala contar con Madrid como uno de sus primeros bailarines.
Formar parte de estos engranajes artísticos le confirieron la calidad y excelencia profesional de la que ahora puede presumir y sentirse orgulloso, aunque no lo hace por su carácter autocrítico. En todas ellas, las nombradas y las no, ha forjado a base de escorzos y zapateado, unos cimientos grosos e indemnes sobre los que sigue construyendo una emblemática paleta de movimientos impetuosos, únicos, perfectos, y tan suyos, que cautivan a los de aquí y a los de allá arrancando con su impronta aplausos agradecidos.
“Después de haber recorrido medio mundo, recuerdo con especial cariño el calor del aplauso Latinoamericano y la admiración por la danza española que profesa el corazón de Europa, Rusia y Japón”
Con un presente brillante y un futuro que encandila, en solitario o acompañado, bailando, posando o coreografiando, ha sido un placer poder contemplar de cerca el lujo de su arte.